En muchos casos, decir “vos” nos vuelve argentinos. Ante otro hispanohablante resaltamos el “che”, hablamos de fútbol, recordamos el mate, agregamos eses insospechadas y no decimos “¿cómo andas?”, sino “¿cómo andÁsss?”. El voseo es una marca de nuestra argentinidad, nuestro famoso y tantas veces discutido “ser nacional” —tal vez la que más nos une hoy en día—, pero no siempre fue así.
Vosear tuvo una historia larga y compleja, e incluso aún hoy escuchamos canciones donde se tutea, quizás buscando la facilidad en la rima; leemos algún que otro escrito donde el escritor pretende parecer culto al copiar lo que lee (siempre traducciones) o hasta escuchamos algún argentino tuteando a un extranjero, como si éste no fuese a entender las conjugaciones del “vos” y el “ustedes”. ¡Si hasta llamamos “tutear” como opuesto a “tratar de usted”, cuando en realidad lo que hacemos es vosear!
Ya hemos hablado del registro en este espacio y tocamos la cuestión del voseo muy por encima. En esta ocasión profundizaremos, sobre todo en su historia, a partir de una narración de Ismael Viñas, cofundador de la revista Contorno junto a su hermano David, que figura en la presentación a la edición facsimilar de ésta. Para tener una idea, se trata de una revista cultural cuyo primer número salió en 1953, mientras que el texto que sigue a continuación (y que no se encontraba digitalizado hasta el momento) es de 2007. Su transcripción es absolutamente textual (obviando un par de notas al pie) y las negritas son nuestras.
LENGUAJE
“Tomá mate, che, tomá mate”
Santiago Ramos, “Tango inaugural”, 1857
“Rajá, turrito, rajá”
Roberto Arlt, Los siete locos
Unos de los problemas que afrontamos desde Contorno fue, claro, el del voseo, ese modo de hablar que conjuga las segundas personas de los verbos, en singular y plural, de un modo diferente a como se hace en el castellano “normal”: “vos querés” y “ustedes quieren”, en lugar de “tú quieres” y “vosotros queréis”. Es indudable que da otra cadencia a las frases y que implica un modo diferente de relacionarse con los otros. Porque no es lo mismo decir: “Ven, siéntate” que “vení, sentate”.
En los tiempos en que apareció Contorno, el voseo era algo típico del Río de la Plata, compartido con la zona de Cali en Colombia y con los países de Centroamérica. Pero, como sigue ocurriendo en estos últimos, existía una especie de vergüenza oficial por su uso: desde el jardín de infantes y la escuela primaria, las maestras se empeñaban en una batalla abierta y constante contra su uso, su aparición impresa era inusitada, y aun en las simples cartas familiares, había personas que no se animaban a tratar de vos a sus corresponsales. Novelistas y poetas no usaban las formas verbales correspondientes y llegaban a agudos extremos para no hacerlo. He recordado a Mallea, que prescindió de todo diálogo para evitarlo en una novela, pero también los poetas usaban las conjugaciones del “tú”. Recuerden los versos de Lugones: “Oh luna, quiero cantarte/ con todas las reglas del arte… cuánto, cuánto albayaldale/ llevas gastado en balde/ para alumbrar a tu hermana morena…”
Tanto era así, que un crítico literario aplaudió el valor de un autor teatral por usar algunos diálogos con voseo (lo que, por cierto, provocó una respuesta de Masotta, en Contono, tomándole el pelo por alabar su “uso discreto” y reivindicándolo como la forma de hablar natural de los argentinos aunque en ese entonces, no lo era de todos los argentinos, anotemos, de todos los rioplatenses, ya que al llegar a Córdoba se imponía el tú en el habla popular, lo que ha sido modificado por la influencia de la radio y la televisión).
El uso natural del vos fue nuestra puerta de entrada para nuestra reivindicación de Roberto Arlt, frente a las “decorosas” posiciones de Mallea, por ejemplo, tal cual diría Adolfo Prieto: ¿cómo un escritor podía ser considerado tal, si se avergonzaba de su lengua? ¿O acaso a él lo habían amamantado con el tú en los labios? En cuanto a Lugones, si bien era cordobés, vivió en Buenos Aires y se planteaba como un escritor “nacional”, lo que en ese entonces sólo era posible si se era porteño, o se asumía como tal.
El lenguaje del vos, el lenguaje hablado, no el oficial y el escrito del tú, fue un instrumento de unificación cultural en esa región atravesada por varias lenguas desde temprano, obviamente dividida en clases desde sus orígenes. Así puede inferirse de la canción “Tomá mate, che, tomá mate,/ que en el Río de la Plata/ no se estila el chocolate”, que oí de joven cantada por no sé quién, aunque la cita la he tomado del ensayo “Del payador al cantor de tangos”, de Roberto Selles (en el tomo V de La historia crítica de la literatura argentina, Emecé editores, Buenos Aires, 2006).
Un instrumento de unificación cultural inconsciente pero tanto o más poderoso que la educación obligatoria y el servicio militar, ambos impuestos años después de que cantara esa divertida letra. Adviértase que ya en ese entonces (1857) hacía al menos dos décadas que había comenzado una sostenida inmigración europea, que cobró cierto ímpetu después de la caída de Rosas, aunque, claro, sin el carácter masivo que alcanzó después.
A esa nacionalización del lenguaje contribuyeron sin duda de un modo activo el teatro, las canciones y los espectáculos que alcanzaron un casi impresionante número de espectadores desde las últimas décadas del siglo XIX, tanto desde las carpas circuenses como desde salas formales. En cambio, la escuela fracasó totalmente para imponer el castellano “normal”, según lo destaca en múltiples oportunidades, con indignación y sorpresa, El monitor de la educación común, publicación del Consejo Nacional de Educación.
Debe atenderse al hecho de que la lucha contra el voseo no sólo fue una política educacional, sino que contó con el alborotado apoyo de escritores e intelectuales de la época —algunos de ellos españoles— que utilizaron para bregar por la “pureza del idioma” columnas en los periodísticos y más tarde programas en la radio (Avelino Herrero Mayor, en la década de los 50, por ejemplo, tuvo uno, famoso, “Hablemos bien y escribamos mejor”).
Recalco, porque es una paradoja: la nacionalización del legunaje como forma de integrar y cohesionar al pueblo, no fue lograda por el castellano “normal” defendido por la enseñanza y los puristas, sino por el idioma del voseo, considerado en el mismo pie descalificación que el cocoliche y el uso de extranjerismo. Ahora, desde que la Real Academia Española ha aceptado el “voseo del Río de la Plata”, todo eso, la lucha en su contra y su defensa, ha pasado a la historia.
Escrito lo anterior, no puedo resistir la tentación de reproducir al menos una de las críticas que aparecieron en El monitor de la educación común al uso del voseo, lo que, de paso, servirá de ilustración de lo que digo en el texto a quienes no tengan tiempo de ir a buscarlo en fuentes primarias o secundarias. El inspector técnico Nicolás Trucco dice, por ejemplo, en el número 438, de julio de 1090, de la publicación: “Al visitar algunas escuelas, he hallado maestras que decían a los alumnos: sentate o parate. El maestro tiene libertad de dirigirse al alumno empleando el prenombre tú o usted, pero hablando siempre en castellano”. El voseo y sus conjugaciones verbales no eran castellano.
Ismael Viñas, 2007
Obtenido de: VIÑAS, Ismael y David [et. al.], Contorno: Edición facsimilar, Biblioteca Nacional [Colección Reediciones y Antologías], Buenos Aires, 2007